A 10 años de la desaparición física de Oswaldo Payá y Harold Cepero cada vez la placa que se hace más necesaria es en su barrio habanero de El Cerro, y alejada de todo negocio y veleidades…
Payá es un grande al que ahora muchos se quieren pegar por conveniencia, con la aquiescencia incluso de algunos de sus allegados que conocen y padecieron el apartheid de que fue objeto por parte de los comecandelas que hoy lo reivindican. Que como es habitual, devoran llamas a bocanadas, pero siempre desde lejos de “donde se cuecen las habas”.
Urge recuperar es el mensaje del propio Payá en el Proyecto Varela, a lo que dedicó su vida y obra, sus ideas y ejemplo pacifista cristiano, de concordia, libertad y progreso para Cuba y hacer caso omiso, a las tergiversaciones de quienes hoy se erigen en sus voceros incitando a baños de sangre entre cubanos, a los que de más está decir, no están dispuestos a donar ni una gota.
Sus compañeros del Proyecto Varela recuerdan como no conocía el descanso a la hora de ir de una iglesia a otra de las diferentes parroquias sobre las cuales trabajaba entre El Cerro y El Vedado, con su esposa Ofelia Acevedo y sus niños pequeños, concientizando tanto sobre la necesidad de un futuro mejor, como de sus convicciones católicas, en el sentido más cristiano posible.
Tras la muerte de los dos activistas, el español conductor del automóvil, Ángel Carromero, tras ser liberado después de la condena por homicidio involuntario por la justicia dictatorial, ha sido ambiguo durante todos estos años sugiriendo sin datos precisos que la pérdida del control del volante sobre la gravilla se produjo por un atropello intencional desde la parte posterior de su vehículo, sin llegar a una narración convincente de los hechos. frente a periodistas se muestra esquivo y poco convincente en sus respuestas, carentes de las afirmaciones que corresponderían a un testigo de primera mano de un asesinato y de lo acontecido en los días y meses posteriores de incalculable valor informativo.
Por su parte Jens Aron Modig ha vivido aterrado desde aquello, lo conocí en una visita que me hicieron al Parlamento sueco en Gamla Stam, estaba sentado en un sofá situado en un pasillo, frente a la cafetería que servía el piscolabis de los políticos, me lo presentó Mileydi Fougstedt de SILC junto al joven del partido liberal que nos hacía el recorrido, y el Presidente de las Juventudes Demócrata Cristianas de Suecia se quedó paralizado, me tendió la mano como salida de un ataúd, cuando le dijeron en sueco es el “brorson del Che” antes de que le explicasen más sus ojos se volvieron los de un cordero aterrado.
Tenía pensado hacerle algunas preguntas sobre aquel nefasto día, por supuesto con toda la delicadeza que el caso requería, pero al ver que se hundió nuevamente en el sofá como una albóndiga rehuyendo mi mirada la de Mileydi y la del amable político liberal. Es de suponer que ambos fueron seriamente advertidos, de manera más eficaz que mediante una amenaza al uso, por la Seguridad del Estado cubana, que a lo largo de las décadas ha conseguido que incluso, hermanos, padres, hijos callen o tergiversen las versiones sobre las muertes de sus padres, ha logrado que compañeros de comandantes como camilo Cienfuegos o el Che Guevara oculten, hasta muchos años más tarde cuando se atrevieron a hablar, sus propias y más intimas sospechas de que sus desapariciones físicas fueron producto de atentados maquinados desde dentro del aparato revolucionario.
La verdad sobre la muerte de Oswaldo y Harold, si fue provocada como todos alrededor, incluído el propio Payá esperaban que un día siucediese, o solo fue tremendamente afortunada para el régimen cubano, tarde o temprano saldrá a la luz como salen las espinas de los erizos, y como salen todas las verdades, pero por lo pronto lo importante es tomar el ejemplo de la lucha, la convicción, el humanismo y el amor que inundaba el pecho de estos dos grandes cubanos, y particularmente en estos días, de gran descontento en la isla, de movilizaciones por todo el territorio nacional, en Jagüey Grande, Caibarién, Sagua la Grande, o en Mayabeque, hagamos que así como la tragedia de su final están insertas por siempre en el triángulo rojo de la bandera por la que vivieron, lo estén también en el futuro esperanzador de sus franjas banquiazules.
Foto: Cortesía de Cubanet.org
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