Iván el Terrible. Tomado de la internet.

Rusia pagaba tributo al sultán de Turquía hasta Pedro el Grande, que la occidentalizó. Sus aspiraciones imperiales, iniciadas por Iván el Terrible, hicieron que la llegasen a llamar la Tercera Roma. A lo largo de su historia fue invadida muchas veces, lo cual dejó un recelo de su pueblo impreso en el ADN frente a todo lo extranjero. Y estas dos características identitarias tan opuestas, unidas, son lo que lo hacen un fenómeno tan raro y único.

Un dato al dorso que pone de relieve esa atracción/desconfianza de Rusia con lo extranjero: la palabra Zar viene de César.

Fue imperio antes que nación; no en tiempos de la URSS sino hoy, hay 99 nacionalidades distintas, en un mismo estado. El soldado ruso es el más inexpugnable e invencible en defensa de su tierra, y por el contrario, uno de los más desmoralizados en ataques a tierras ajenas.

Es un país de Historia riquísima y de gente resistente, profunda,  con silencios gélidos o canciones populares nostálgicas, preciosamente bellas. País de grandes artistas, escritores, músicos, bailarines, ajedrecistas, y de un carácter tan amable como impenetrable.

La Historia de la URSS fue la concreión del siglo XIX y marcó las grandes utopías y enromes decepciones del siglo XX. Fue la patria de grandes marxistas como Lenin y Trotsky, pero en realidad fue la tierra donde nació el anarquismo del espíritu de Bakunin y Kropotkin. Pero esta es una historia muy conocida, bajo los diferentes prismas que corresponden a cada sensibilidad ideológica.

Putin se alza con el poder tras un concienzudo acercamiento a Boris Yeltsin, quien lo recibe en su círculo íntimo en gratitud a que Vladimir estuvo detrás de la publicación de unas imágenes comprometidas con dos mujeres en un catre, de un fiscal que iniciaba un juicio contra el entonces presidente ruso.

El día que Putin ganó las elecciones, Yeltsin marcó varias veces su teléfono para felicitarlo por el resultado, y Putin no atendió ni una sola vez. Nunca volvió a hablarle. Putin, que había estado destinado en Dresde Alemania, vigilando a los delegados soviéticos, había aprendido, en la médula espinal del espionaje, su rasgo más característico que le serviría para todo su largo, espinoso y complejo camino a lo más granado del poder: su obsesiva desconfianza de todo y de todos.

Los primeros años de su gobierno fueron plácidos, se llenaba de amor popular, visitaba barrios, dachas, pueblos, fábricas. Putin moldeó con dedicación el amor de su pueblo en aquellos años, luego fue alejándose más de las masas, cambió de amigos, de esposa, de aliados. José María Aznar era tan admirador suyo que decía “No se puede construir Europa a espaldas de Putin, y mucho menos contra Putin”, el entonces rey de España Juan Carlos de Borbón lo visitaba con suma frecuencia para tratar asuntos de negocios personales, solía ir acompañado de su amante Corinna Larssen. En los dominios de Putin tenía toda la libertad de matar cuanto animal se terciase, así fue que dio caza a un oso que previamente le prepararon para que no fallase el tiro, emborrachando al pobre bicho con miel y vodka previo a soltarlo en su línea de tiro.

El presidente de la República Francesa Chirac, fue como un padrino para Putin, le enseñaba todos los entresijos del poder, le indicaba las tretas, como manipular a Europa, las cortinas donde podía esconderse la daga, en tiempos en que todos en el mundo querían una foto con el presidente ruso. Chirac, Blair, Aznar, Schroeder, abrieron los brazos a los magnates rusos surgidos de las sangrientas guerras mafiosas de los años noventa post caída de la Unión Soviética. Putin supo aprovechar todos esos conocimientos y toda esa obsecuencia, colocó el gas ruso en Europa, de manera tal que el 40% del gas consumido en el viejo continente es ruso, un gol estratégico de dimensiones trascendentales, como hoy podemos apreciar.

George Bush hijo se vanaglorió de tenerlo como amigo cercano. De las pocas veces que se tiene registro audiovisual de Putin disipado con mandatarios extranjeros es en fiestas con el buen bebedor de Bush. Depardieu prefería la nacionalidad rusa al albergue de Putin y con su privilegiada amistad, como Steven Seagal le juraba lealtad casi militar. Existía un atractivo en el mundo pro entregarse a ese mandatario que sabía manejar el poder de una nación en la que toda la Historia hubo que desconfiar, pero que ahora era más capitalista que Adam Smith, que favorecía los intereses del capital casi de manera tan absoluta y con una desprotección para los trabajadores, como en el nacimiento del capitalismo en Birmingham y Liverpool. Era el Cecil Rhodes de Rusia, era un tesoro, y además esa personalidad enigmática tan rusa aportaba un punto de esnobismo excéntrico del que nadie con influencia, quería quedar fuera.

Putin no permitió ninguna sombra que pudiese cubrir del todo su figura, se sirvió de diferentes tácticas, desde el desprestigio, al envenenamiento, tan típico de las instancias jerárquicas superiores en la historia de Rusia y la URSS. Aplicó técnicas de Stalin aggiornadas a los tiempos de la globalización pero manteniendo la esencia, para  erradicar amenazas a su poder o a su popularidad.

El nivel de aceptación de Putin, teniendo en cuenta que el espíritu ruso admite de buena gana a una personalidad fuerte que los dirija con firmeza autoritaria, algo similar a nuestros caudillos, pude apreciarlo de cerca, hablando con moscovitas en aquella ciudad, estando de visita unas semanas en casa de mi buen amigo Slava, quien habiendo huido de la URSS por tierra para llegar a Viena, donde vivió décadas y se hizo un fotógrafo de prestigio, regresó a su Rusia natal, porque, con Putin se vivía muy bien, casi no pagaba impuestos comparado con la carga impositiva austríaca, según decía. Las tiendas vendían camisetas celebrando a su líder, ninguna criticándola. En Rusia existe una enorme libertad de mercado, sin embargo, las libertades democráticas, tal como se concibe hoy en las democracias consolidadas, están sesgadas, la crítica a Putin es perseguida, quizás no de forma explícita pero tampoco subrepticia.

En tiempos de la URSS en Cuba, cualquiera fuese el nível de desarrrollo de la sociedad, era parejo, se veían tantos ingenieros de las repúblicas soviéticas asiáticas como las europeas, en la actualidad las personas de estas repúblicas asiáticas son los encargados de realizar los trabajos duros, son quienes pueblan los barrios pobres, donde abunda el alcoholismo y la delincuencia por la falta de oportunidades.

El monstruo que hoy ruge y muerde, fue acariciado, festejado, tolerado y alimentado por el propio occidente al que él, como buen cultor de la tradición rusa, acusa de no quererlo lo suficiente, y que este a su vez, hoy reniega del impertérrito eslavo.

En medio de toda esta canalización del despertar de un sueño húmedo, queda atrapada Ucrania, la tierra del Holodomor, de Chernóbil, del Babi Yar, la matanza nazi, de Nikita Jruschev, del famoso baile típico. Mucho me temo que la gran preocupación que hoy muestra el mundo occidental por la suerte del pueblo ucraniano desaparecerá en tanto, y si Putin sufre y acepta una derrota que devuelva la nacionalidad a Depardieu, la guitarra a Seagal, y los mismos chistes que en su momento devolvió el Gadafi a todos los líderes occidentales.