Representación del virus Covid-19. Foto: Commons.wikimedia.org

 

Los problemas con la realización de los test para detectar la covid, ha sido una constante a lo largo del último año y van desde la mala calidad que poseen algunos lotes de test rápidos, lo que se transmuta en resultados imprecisos, hasta la inexistencia de los test rápidos y los PCR, por periodos de tiempo indefinidos.

Particularmente traumática fue la suspensión en septiembre del pasado año de los test rápidos por el comportamiento errático de los resultados que arrojaban. Por aquel entonces la doctora Yanelis Calviño Vega, jefa del Puesto de Dirección de Salud Pública en la provincia de Holguín explicaba que la medida buscaba dar mayor importancia a los controles epidemiológicos.

Era el periódico oficialista Ahora el encargado de explicar la razones de la suspensión: “El Ministerio de Salud Pública cubano suspendió la aplicación de los llamados test rápidos para detectar el coronavirus debido a la ineficiencia de los resultados”. Y concluía el reporte enfatizando que se ponderarían los criterios clínicos y epidemiológicos a la hora de identificar contactos y sospechosos, a partir de los positivos confirmados.

Las pruebas, más de 100 mil,  habían sido celebradas en el mes de marzo por el doctor Francisco Durán García, director nacional de Epidemiología del MINSAP y procedían de sendos donativos hechos la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud. La mayor parte del lote había sido enviado desde China (el fabricante) y el resto desde Marsella, en Francia.

Los constantes problemas emanados de las pruebas de detección de la covid ha resultado uno de los argumentos más esgrimido por quienes dicen tener la certeza de que la cifra de contagios por covid, que a diario publican los medios oficiales, nada tiene que ver con la realidad, por no poderse efectuar la cantidad de pruebas que se requieren.

Pero no solo la integridad de la pruebas está en la picota pública, lo caótico del proceso supone una queja constante de pacientes afectados. El primer ministro de Cuba, Manuel Marrero, lo reconocía un mes atrás durante un encuentro con el Grupo Temporal de trabajo para el enfrentamiento de la pandemia, al aceptar que existían demoras y desinformación con los resultados de las pruebas PCR por coronavirus, especialmente en provincias como Cienfuegos y Holguín.

Usualmente el protocolo que sigue el sistema de salud cubano, es primero, la detección de posibles contagios por medio de la observación clínica que indaga los síntomas del paciente. El segundo paso es efectuar un test rápido y de resultar positivo, se indica la prueba de PCR. Se sigue este orden como un modo racional de abaratar el proceso ya que los test rápidos, sensiblemente más baratos que los PCR ayudan a discriminar entre infectos y sanos.

En busca de abaratar el ineludible proceso en mayo de este año medios de prensas nacionales e internacionales reportaban, citando a voceros del Ministerio de Salud, que la nación había desarrollado su versión de diagnóstico a la covid.  De acuerdo a las declaraciones de estos el sistema fue diseñado por investigadores del Centro de Inmunoensayo (CIE) y utiliza la técnica ELISA, que identifica pequeñas partículas y gérmenes causantes de enfermedades, y está basado en la tecnología SUMA (Sistema UltraMicroanalítico), producida por el CIE durante la década de 1980.

De acuerdo a estas fuentes las pruebas que se venían usando llamadas “TCP en tiempo real” eran importadas por la isla a un costo de entre 30 y 40 dólares cada una.

Durante el proceso para conformar este trabajo contactamos con varios médicos para indagar el uso que se le había dado a esta tecnología y que tan efectiva o confiable resultaba y ninguno supo darnos referencias. Todos alegaros que seguían trabajando con test importados por Cuba.